domingo, 26 de abril de 2009

LA VIDA DE LOS CANARIOS



(Este artículo es complementario con el anterior - En la inmensidad de un atardecer "NACER POR SEGUNDA VEZ")
Este es un titulo sui-generis para un artículo en que trataré un tema que le queda grande a cualquiera y que se refiere a la vida como un desafío a la muerte, cuestión a la que nuestras queridas aves no parecen estar enfrentadas, en su sentido más inmediato. Es también una burla intencional…………………a la seriedad que pudiera despertar el tema.
Cuando se elaboran, se estudian o se discuten determinados temas, se rozan tangencialmente otros de mayor o menor importancia. Cuando me encontraba elaborando el último, acerca del segundo despertar, el despertar del alma, en algún momento me pareció que en el debate se plantearon posiciones distintas y de alguna manera se minimizaba la cuestión del alma y para esto se decía que “todos los eventos” y no solamente el despertar del alma, contribuían a un vivir más despierto, a un vivir más completo y en definitiva a vivir la vida más íntegramente.
Sucede que en contraposición con “todos los eventos” los cuales conforman el “Continuum” dentro de nuestra vida, existen también los “hitos” que dan cuenta de etapas, sean estas mayores o menores, pero que apuntan al desarrollo de una capacidad, de una condición, de un sentido en particular, de una habilidad. Dentro de estos hitos está ese segundo nacimiento, el nacimiento del alma y que no es algo que necesariamente ocurra, incluso pienso que hay corrientes filosóficas que hablan de un enfrentamiento conciente al hecho de la muerte. Y si no es concientemente provocado, no es seguro de que este ocurra, ya que la naturaleza cuida de sobremanera que no suceda algo que no seamos capaces de soportar. Obviamente que de lo que se habla no es lo que comúnmente se entiende por muerte, aunque para llegar a esta idea más objetiva haya que pasar por los propios y anquilosados conceptos de la misma, a nivel de experiencia.
Es muy distinto vivir la vida dentro del útero materno (pertenencia), que vivirla aferrada a la madre, casi sin participación de los sentidos al ser un recién nacido (protección); distinto también cuando se revuelca el crío en su cuna y deviene el despertar de los sentidos en una variedad de estímulos alucinante (impresionabilidad).
Otra es la realidad cuando se levanta sobre sus dos piernas y empieza a desplazarse y descubrir los espacios y los distintos lugares (desplazamiento).
De otra realidad habla el estudiante el cual va agregando conocimientos y contenidos a los objetos circundantes (contenidos).
De una realidad absolutamente distinta habla el padre de familia inserto en el sistema, con 6 hijos que educar y alimentar, con una mujer como compañera y con un plan de vida capaz de solventar los mil y un avatares que la vida le depara (programación).
Otra también la de la mujer emprendedora que queda sola en la vida por alguna singularidad del destino (adversidad).
Otra es la realidad del hombre maduro, la realidad del viejo y la del anciano.
Pero hay una cuestión que subyace a todas las etapas del desarrollo humano y esta es la realidad de la muerte.
La realidad de la muerte, como una experiencia, como una realidad que está ad-portas en cualquier recodo del camino, en cualquier momento de la vida, en cualquier lugar del recorrido, es un hecho que de por sí es conmocionante. Esto porque no es propio del mismo desarrollo la idea de la muerte, ya que el ser humano está dedicado exactamente a lo contrario, a vivir.
Es lo mismo que sucede en el caso, por ejemplo, del ojo, que en su función de ver, dilata y contrae las pupilas, aumenta o disminuye la irrigación de la sangre, moviliza la musculatura ocular, superpone entre los objetos y el mismo, distintos tipos de focos, microscopios, anteojos, telescopios, todo por lograr ver y ver mejor. Pero no es el ojo quien se plantea a si mismo la idea de la ceguera. Debe ser otra entidad o desde otra perspectiva desde donde surgirá la idea de la ceguera. Desde la perspectiva del ojo la ceguera no existe, así como desde la perspectiva del hombre la muerte no es un tema.
Puede que se planteen problemáticas donde se enfrente el hombre, así como el ojo, a situaciones carenciales frente al hecho de continuar vivo, el primero o de dificultades para visualizar, el segundo. En esos casos surgen también compensaciones, como por ejemplo, el temor o imágenes referidas a situaciones de protección o de refugio, frente a la idea de la muerte o la ceguera.
Pero distinto es esquivar que enfrentar la idea de la muerte. Existen diferentes formas de pensamiento, corrientes filosóficas, religiones orientales que nos llevan siglos de ventaja en tradición, costumbres y cultura, que buscan el despertar del alma a través de la meditación conciente en la idea de la muerte. Es desde los hechos relacionados con la muerte, que una entidad distinta del cuerpo físico, como es el alma del hombre, entra a experimentar la situación del “estar vivo”. Ya no es un guía, una línea de pensamiento, una postura filosófica, una religión o la admiración que pueda sentir por determinadas personas o las vidas de aquellas, las que van dirigiendo la propia vida hacia el destino buscado o deseado.
Es su alma el nuevo motor y no quiero decir nada con esto, en cuanto a la calidad de vida que pueda obtener, teniendo tal impulso, sino que es una experiencia distinta y sustantiva en el nivel de ser. El tema es mucho más extenso, más amplio y cautivador, pero lo que pretendí tratar ya está expuesto.

Rafa Torres

Citas

Ser – ahí (Heidegger)
Estas categorías le sirven para comprender por dónde pasa la diferencia entre una vida auténtica, que reconozca el carácter de «caída» que tiene la existencia (propiedad), es decir, la imposibilidad de dominar su fundamento (el ser), y una vida inauténtica o enajenada, que olvida el ser en nombre de los entes concretos (impropiedad).La dimensión temporal del ser y la dimensión temporal del hombre —en cuanto proyecto del «ser-ahí» y enfrentamiento a la muerte (el ser-ahí es también «estar vuelto hacia la muerte» (Sein zum Tode)), sería el otro gran olvido de la filosofía clásica.

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