miércoles, 6 de abril de 2011

UNA REUNIÓN TRASCENDENTE




Desde una mirada científica se podría decir, arbitrariamente por cierto, que existen dos tipos de personas. Un tipo de personas que cree que Dios no juega a los dados, y otro tipo de personas que cree que la cosa no es así y que incluso más, se plantean que quizás ese señor que tiraría los dados ni siquiera existe. Albert Einstein y Niels Bohr se dieron a entender de esta manera, mientras debatían, durante “La 5ª Conferencia Solvay” en Bruselas. Esta conferencia científica fue la más famosa de las 23 que se han organizado gracias al mecenazgo de Ernest Solvay (1838-1922), un químico e industrial belga de renombre. Esta conferencia a la que se hace referencia, la quinta, se celebró en octubre de 1927, cinco años después de la muerte de Solvay. El tema principal fue "Electrones y Fotones", donde los más reconocidos físicos mundiales discutieron sobre la recientemente formulada teoría cuántica.

Todos ellos dieron un sentido a lo que no lo tenía, construyeron una nueva manera de entender el mundo y se dieron cuenta que para describir y entender la naturaleza, se tenían que abandonar gran parte de las ideas preconcebidas por el ser humano a lo largo de toda su historia.

La anécdota más famosa que ha quedado de esta conferencia fue la protagonizada por Albert Einstein y Niels Bohr cuando discutían acerca del "Principio de Incertidumbre" de Heisenberg. Einstein comentó que "Dios no juega a los dados", a lo que Bohr le contestó "Einstein, deje de decirle a Dios lo que debe hacer con sus dados". Fue una generación de oro de la ciencia, posiblemente como no ha habido otra en la historia. Diecisiete de los veintinueve asistentes eran o llegaron a ser ganadores del Premio Nobel, incluyendo a Marie Curie, que había ganado los premios Nobel en dos disciplinas científicas diferentes (Premios Nobel de Física y de Quimica). En aquella cita Irving Langmuir, posteriormente Premio Nobel de química en 1932, grabó las imágenes en video que se presentan a continuación. (Video de 1927)



Entonces siguiendo con la anécdota de los dos científicos, tenemos a un tipo de persona que cree en un Arquitecto del Universo y a otro tipo de persona que piensa que el mundo es una azarosa probabilidad producto de las circunstancias. Básicamente se trata de una contraposición entre la teoría de la relatividad de Einstein, que supone un Universo determinado por leyes objetivas que lo ordenan todo y por el otro lado, la visión que nos da la nueva física, la Mecánica Cuántica, que nos explica eficientemente los eventos a menor escala, esos que acontecen cuando observamos los fenómenos que ocurren bajo la mil millonésima de milímetro y que consideran por una parte al Universo desde sus infinitas probabilidades de ocurrencia y por otra parte razona, con la indeterminación propia de un conocimiento, que no puede entrometerse en lo fenomenológico, sin alterarlo.
Einstein se refirió al primer tipo de personas como a quienes creían que todo era un milagro y a las segundas como a quienes pensaban que nada contenía tal dignidad como para ser llamado de esa manera. Evidentemente para la mayoría, es más bello y tiene mucho más sentido, ser como el primer tipo de persona, pues la segunda en apariencia por lo menos, pareciera tener un pensamiento bastante pesimista, que no ve en las cosas y en los fenómenos del Universo, el encanto del misterio de lo insospechado, ni mucho menos el milagro que mediaría entre las causas de los fenómenos naturales y sus manifiestas consecuencias.
Pues bien, si uno piensa como el segundo tipo de personas, yo agregaría que el hecho de creer que nada es milagro, no significa creer en lo opuesto que las primeras o en que las cosas no son extraordinariamente bellas y que no tienen ningún sentido, sino que es pensar que detrás de ellas no hay ninguna fuerza sobrenatural que las guíe y eso es otra cosa muy distinta. Las personas que piensan así, valoran las cosas por la naturalidad material que evidencian las causas y sus consecuencias, sin pensar que detrás de ellas exista esa potencia de un plano divino e independiente, que maneja a su antojo las cosas y las personas y que de esas acciones devienen resultados que estén fuera del orden naturalista.
Niels Bohr, Werner Heisenberg, Ludwig Wittgenstein y otros, no eran precisamente personas pesimistas. No eran pesimistas simplemente por el hecho de pensar que el ser humano nace sin más razón que la de existir temporalmente por el lapso de tiempo que tiene a su favor hasta el instante presente, para experimentar en ese mismo lapso la realidad, sopesarla, sorprenderse y para morir después, en cualquier momento, inexorablemente.
Y si, es cierto, suena algo triste si se le compara con la versión del otro tipo de personas, que cree que nació con un motivo especial que debe cumplir y que esa razón última que le da sentido a su vida, primeramente la debe descubrir, luego valorar y finalmente desarrollar si le es posible, en el mismo lapso de tiempo en que el no creyente debe actuar como si sobre él pesara una condena fatal y sin sentido.
Y verdaderamente no creo que ese sea el punto, básicamente porque no creo que sean pesimistas necesariamente, ni el uno ni el otro, porque desde allí, desde ese punto en que los dos se encuentran, desde esa increíble experiencia de encontrarse en la mitad o en algún punto intermedio del escenario de la propia vida, en un punto circunstancial de su desarrollo, se pueden elaborar y potenciar las más variadas creencias, tendencias y oportunidades de la más diversa índole. De hecho, una postura, le otorga a un Dios desconocido la razón última de las cosas y la otra experimenta e investiga personal y acuciosamente, las causas últimas de los fenómenos naturales, pero los dos llegan hasta ese mismo límite cognoscitivo que les impone su limitado nivel de conciencia, su nulo acceso a dimensiones ultramundanas que los sentidos físicos no le entregan y ninguno de los dos puede aseverar que lo que el otro postula es en realidad algo verdadero o en su defecto algo falso.
Solamente le es posible a cada cual, creer con mayor o menor convicción, en la aventura que le da sentido a sus vidas y que les ha demandado todas sus potencialidades, sus talentos y sus más recónditas esperanzas.
Según el primero, la naturaleza es una creación divina y todo debe ser una manifestación de ese tremendo poder absoluto e inmanente.
Según el otro, el ser humano está dotado de sentido, porque posee un lenguaje significativo. Pero el significado no está en las cosas mismas, sino que, según esa misma visión, el ser humano dota a las cosas de sentido y no al revés.

Siendo lo más consecuente y tolerante posible frente a la máxima intromisión en el mundo personal de otro ser humano, realmente no es posible decir algo más, acerca de lo que es imposible cerciorarse y si no es posible decir que es cierta una postura y falsa la otra, debemos con el mismo criterio, dar la posibilidad de que las dos sean ciertas, así como también que las dos fuesen definitivamente falsas. La probabilidad de que sean falsas las dos o cualquiera de ellas verdadera e incluso que las dos contengan medias verdades, es en realidad demasiado alta como para permitirse aseveraciones tan categóricas.

Asimismo entonces, uno podría decir sin temor a equivocarse ni de ofender a nadie, que Dios es algo no seguro y que a la vez, como no es posible comprobar su existencia, ni tampoco asegurar con pruebas de que no existe y debido a que el tema es tan complejo y que se presentan dificultades incluso, para definir eso mismo que se intenta probar, entonces decimos que es posible, para el uno tanto como para el otro, vivir de acuerdo a sus propias creencias y existir simplemente de acuerdo a ellas e incluso si ese es su carácter, dar lo mejor de sí, en el mejor de los casos, por esa histórica lucha del ser humano por encontrar una justificación básica y fundamental que le dará sentido y plenitud a su existencia.
Ahora también, se me ocurre que los planteamientos de A. Einstein y de Niels Bohr , a la luz del desarrollo anterior, parecen argumentaciones de posturas diametralmente opuestas, pero que afortunadamente pienso yo, son irremediablemente complementarias.
Y esto, porque me es difícil entender que los dados, si es que en verdad existen como tales, atendiendo a que tácitamente, los dos científicos los hicieron parte de su argumento con sus comentarios y que siendo así, dentro de esa misma suposición, tengan a la vez esos dados, la condición y la propiedad de serlo de mutuo propio (motu proprio), y entonces siendo como son, dados libres y azarosos, caigan ellos dentro del abismo del espacio tiempo, en la dimensión en que vivimos los seres humanos y “rueden veleidosa y locamente sobre la mesa de la vida”, en un devenir de golpes sobre sus vértices y aristas, que debilitan progresivamente su energía potencial, la cual se manifiesta como inercia en el sentido del caos creciente, se me dificulta entender digo, que al acercarse un resultado final que es para todos incierto, le pidamos además a este, que después de tamaña simplificación de conceptos dentro de un mundo tan complejo, le exijamos además digo, que nos den por añadidura, un resultado esperado para algunos y sorpresivo para otros.
Una cosa es esperar y sorprenderse y otra muy distinta es hablar de lo esperado y lo sorpresivo, como estados preconcebidos.

Los dos (lo esperado y lo sorpresivo) me parecen posturas que contienen en su origen una soberbia sin límites, una insolencia natural quizás, frente a la cual, nuestra única forma de redimirnos, es reconocer que para desarrollar nuestras propias teorías, nos basamos en la argumentación escueta que nos brindan nuestros jibarizados sentidos, nuestro primitivo sentido común y nuestra escasa capacidad de sobrepasar un empobrecido horizonte intelectual, entonces debemos ser tremendamente tolerantes y admitir que las posturas personales no son más que la expresión de nuestras pequeñas certezas y que las posturas contrapuestas debieran ser siempre parte importante de nuestra argumentación.

rafa torres




Participantes a la 5ª Conferencia Solvay

1. Peter Debye
2. Irving Langmuir
3. Martin Knudsen
4. Auguste Piccard
5. Max Planck
6. William Lawrence Bragg
7. Émile Henriot
8. Paul Ehrenfest
9. Marie Curie
10. Hendrik Anthony Kramers
11. Edouard Herzen
12. Hendrik Antoon Lorentz
13. Théophile de Donder
14. Paul Adrien Maurice Dirac
15. Albert Einstein
16. Erwin Schrödinger
17. Arthur Holly Compton
18. Jules-Émile Verschaffelt
19. Paul Langevin
20. Louis-Victor de Broglie
21. Charles-Eugène Guye
22. Wolfgang Pauli
23. Werner Heisenberg
24. Max Born
25. Charles Thomson Rees Wilson
26. Ralph Howard Fowler
27. Léon Brillouin
28. Niels Bohr
29. Owen Willans Richardson

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