lunes, 5 de marzo de 2012

ENCANTADOR DE ESCLAVOS II




La forma o el modo

Para comenzar este análisis, “la materia” para nosotros los seres humanos en este mundo tridimensional, es un objeto específico como puede ser un árbol, una mesa, una persona o un edificio. Para nuestro ser interno, la materia en cambio es imagen, sonido, gusto, olfato y un paisaje mental. Y quien piense que eso no es material, se equivoca totalmente y le aconsejo que lea a los físicos y lo que piensan acerca del tema. Para las partículas atómicas lo material puede ser un protón, un neutrón o los electrones que giran a su alrededor y para las partículas subatómicas lo material pueden ser los quarks, seis desconocidos integrantes de la materia, que en su más mínima expresión son llamados cariñosa y científicamente “arriba”, “abajo”, “encanto”, “extraño”, “cima” y “fondo”, netamente por un problema de facilidad de recordación, debido a ciertas características propias de cada uno.

El alma en su disminuida condición de “cautiva” de la materia visible, prisionera de las convenciones y de las tradiciones, subordinada como está de hecho, al acontecer en esta dimensión tridimensional del cosmos, solo puede ser liberada de su maniatada condición, siendo re-encantada con un potencial energético mayor al que la mantiene postrada en esa situación y transportada entonces, a un mundo diferente y superior, quizás por medio de la poesía, por medio de la belleza, por medio de un aroma embriagador, por medio de la música de un trovador o por la propia voluntad apegada a la férrea disciplina del desapego, que se debe expresar y manifestar en última instancia, en ese mismo lenguaje, en el lenguaje del alma o del sonido de las esferas. “Debe ser sacada sin que ella se de cuenta”, “debe ser asida sin ser vista”, siendo así encantada y llevada a un mundo donde todo lo que fue ya no es, donde todo lo que esta por venir ya fue hecho y donde todo “volverá a ser realizado mil veces de un modo siempre nuevo”, porque se trata de un mundo armónico, superpuesto y eternamente recurrente, aunque siempre vivo y distinto, una paradoja más de la vida, una sinfonía de vibraciones que entrelazadas la elevan a un estado divino y superlativo. El cielo, figura recurrente en todas las religiones, en la poesía y en la mitología, nunca ha estado allá arriba, perdido en el firmamento inmanente, en la inmensidad e inconmensurabilidad del espacio macrocósmico, sino que siempre ha estado aquí mismo, entre nosotros, pero expresado de otra forma, en una forma distinta, en otra dimensión de la realidad que tiene más que ver con una vibración diferente, con la música de las esferas.

Rafa Torres

“La Noche Oscura”
de San Juan de la cruz

En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡ oh dichosa ventura !,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada ;
a escuras y segura
por la secreta escala, disfrazada,
¡ oh dichosa ventura !,
a escuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada ;
en la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquésta me guiaba
más cierto que la luz de mediodía
a donde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡ Oh noche que guiaste !,
¡ oh noche amable más que la alborada !
¡ oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada !
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire del almena
cuando yo sus cabellos esparcía,
son su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

San Juan de la Cruz

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