lunes, 5 de marzo de 2012
ENCANTADOR DE ESCLAVOS III
El concepto
En un escenario extremadamente complejo, de una realidad que se nos presenta simultáneamente de un modo corpuscular y ondulatorio y que nos da cuenta de objetos que no tienen una sola ubicación en el espacio sino infinitas, existe un fenómeno específico llamado “decoherencia” (*), que nos da cuenta de la aparente materialidad y de la casi indubitable consistencia del mundo cotidiano, de ese mundo que es común para todos. La decoherencia nos explica entre otras cosas, el porqué de la superposición de un estado sobre los demás en el caso de nuestro mundo tridimensional.
Pero la conciencia es cuántica y no se comporta como el resto del mundo tridimensional y macrocósmico. La conciencia al ser cuántica, es parte del maravilloso mundo de las superposiciones cuánticas, nos abre la mente a su invisibilidad de facto en su proceso evolutivo, en tanto este sigue su camino, invariablemente, cambiando su modo y adaptándose a las condiciones de cada dimensión del universo. Está demostrado científicamente en la física de las partículas, que nos encontramos atrapados en este nivel de densidad tridimensional. Este fenómeno de la decoherencia nos da cuenta precisamente de esta realidad. Las múltiples relaciones con nuestro entorno y de todo el mundo tridimensional con los objetos que se encuentran en él, nos superpone esta realidad que percibimos a la de otras realidades que tienen también existencia real, pero no reales ni tangibles para nosotros. La luz que ilumina un objeto, el color que este refleja, las propiedades de la superficie del objeto, la energía que absorbe, las interacciones entre los colores de otros objetos, los reflejos condicionados que activan esos colores en otros organismos vivos, son todas ellas relaciones entre los infinitos objetos del mundo tridimensional que hacen que estos tengan una forma decoherente con el mundo cuántico. Dicho de otro modo, no son coherentes con el mundo cuántico y conforman entonces la realidad macrocósmica y tridimensional.
En este mundo tridimensional, todo está calculado, todo está definido, todo se torna práctico y el pragmatismo imperante a nivel social, es la consigna que predomina en esta dimensión de la vida, donde lo único que se considera real es aquello que “funciona”. Todo esto, gracias a un análisis lineal de la realidad, al suceder de esa realidad en el tiempo y al movimiento de la misma en el espacio. Una clásica forma de interpretar el mundo de acuerdo a la dinámica de “causa y efecto”. Es el máximo apogeo del hemisferio izquierdo del cerebro. Pero la realidad no funciona siempre así y no todo funciona al son y al ritmo de las apariencias. Existen otras dimensiones de la realidad que no responden ni apelan al ancho, ni al largo, ni al alto para estructurar dentro de si a la materia o a la energía y donde alguna parte invisible de los objetos y de las personas tal y como las conocemos, se mueve y evoluciona, se agrupa y salta de nivel, se desplaza sin que podamos percibir con nuestros sentidos la graciosa forma que asumen en su itinerante deambular por las distintas dimensiones del universo. El clásico ejemplo de un agujero negro que es capaz de contener dentro de si a inimaginables cantidades de materia en espacios tan reducidos del espacio, rompe con todos los cánones y con todo el sentido común, al atraer sobre sí incluso a la luz a la velocidad correspondiente, debido a su intensa fuerza gravitacional.
Todo esto ocurre según algunos autores gracias al encanto del sonido que emiten los objetos celestes, a ese movimiento continuo en su eterno vagar por el universo; es lo que llaman “La música de las esferas”(**).
Todo en el universo es energía, incluso la materia en su última reducción es también energía. El físico cuántico John Wheeler dijo que "son necesarios los observadores para dar existencia al mundo" porque vivimos en un "universo de participación", según escribió con Wojcieck Zurek. "Más allá de las partículas, de los campos de fuerza, de la geometría, del espacio y del tiempo, está el último elemento constitutivo de todo ello, el acto todavía más sutil del observador que participa".
Todo en el universo es energía, incluso la materia en su última reducción es también energía, pero esta energía, producto de la observación se densifica en los distintos niveles, en las distintas dimensiones de la realidad. Si el hombre es un simple partícipe de los últimos segundos del universo que conocemos, ¿Quién es el observador que habría hecho posible la existencia de este universo, desde los orígenes que ahora conocemos y que ubicamos a 13.600 millones de años luz de este frágil momento presente?
Nada nos indica ni nos niega, que exista la posibilidad de un nivel de supraconciencia que este por sobre nuestro ínfimo nivel de desarrollo en cuánto seres conscientes y que esta misma supraconciencia posibilite la materialización del universo tal y como lo conocemos, así como también de la materialización de otros universos que por el momento no nos son accesibles. Nada nos niega la existencia de un universo mucho más complejo que el que conocemos. Nada nos niega que vamos creando condiciones nuevas. Nada nos niega que el universo es una realidad que se regenera una y mil veces, retornando sobre si misma e imprimiendo situaciones que se experimentan siempre de un modo nuevo.
En física, una onda consiste en la propagación de una perturbación de alguna propiedad de un medio, por ejemplo, la densidad, la presión, un campo eléctrico o un campo magnético, a través de dicho medio, implicando un transporte de energía sin transporte de materia a través del espacio. El medio perturbado puede ser de naturaleza diversa como el aire, el agua, un trozo de metal e incluso algo inmaterial como el vacío, algo que sabemos que no es tan vacío.
“La creación” en este punto cobra la máxima importancia, ya que esta propiedad de la mente humana imagina lo que desea y configura los sueños, despertando la imaginación, que es en última reducción, una forma material de una levedad máxima, en el hasta ahora extraño mundo de la manifestación energética. Ese objeto mental o ese sueño estructurado puede ser llevado a la realidad cotidiana. Puede ser materializado en una obra tangible para todos y puede ser fijado en este nivel tridimensional por todas las relaciones que ese objeto va adquiriendo con su entorno inmediato. A eso precisamente le llamamos un fenómeno decoherente, el cual fija esa acción en un nivel determinado. Porque las cosas que para nosotros son objetos fijos y estables en un nivel cotidiano, para otras ramas de la física o del conocimiento científico son acciones continuas y a eso se debe que en la nueva física no se pueda establecer la ubicación de un objeto mientras se observa o se estudia su momento y viceversa. A ese fenómeno se le llama Principio de incertidumbre. Pienso que la mente llevada al punto cúlmine del umbral de la incertidumbre, se enfrenta al problema de la generación y de la creación.
Rafa Torres
(*) Nota referencial acerca de la decoherencia: “Los físicos han comprobado el proceso que convierte en realidad los estados probabilísticos del mundo subatómico: a ese fenómeno se le llama decoherencia y lo que sucede es que la fricción con el entorno es lo que elimina las ondas de probabilidad…………”
http://www.tendencias21.net/Dieter-Zeh-La-observacion-es-cuantica_a67.html
(**) Nota referencial acerca de la música de las esferas:
La música de las esferas y la literatura
Siéntate, Jessica, y contempla esa bóveda
de cielo, tachonada de patenas.
Qué brillante oro son: ni el más pequeño
de los orbes que ves, no tiene
canción de ángel en su ruta,
concertada aún con querubines
de mirar juvenil: tal armonía
en almas inmortales así mora.
El Mercader de Venecia
Shakespeare
Siglo XVI
(Su música) Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera,
y oye allí otro modo
de no perecedera música,
que es la fuente y la primera.
Y como está compuesta
de números concordes, luego envía
consonante respuesta,
y entre ambas, a porfía,
se mezcla una dulcísima armonía
A Francisco Salinas.
Fray Luis de León
Siglo XVI
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