martes, 20 de septiembre de 2011

Quantum III



FISICA, INDIFERENCIA, STATUS QUO, HASTA LA INTERPRETACIÓN DE COPENHAGUE

Hay una diferencia fundamental entre la antigua y la nueva física. La física antigua presupone la existencia de un mundo externo, aparte de nosotros. Supone, además, que podemos observar, medir y especular con ese mundo exterior sin cambiarlo. Yo ya lo había planteado en otra publicación acerca de la diferencia de nuestra intervención en un fenómeno macro como era una riña callejera
De acuerdo con la física antigua ese mundo externo “siente la mayor indiferencia hacia nosotros y nuestras necesidades”.
La dimensión histórica de Galileo procede de sus incansables esfuerzos (con
éxito) para cuantificar (medir) los fenómenos del mundo exterior. Hay un gran poder inherente en el proceso de cuantificación.



Por ejemplo, una vez que se ha descubierto una relación, como por ejemplo el ritmo de aceleración de un objeto que cae, ya no importa quién arroja el objeto, qué objeto es el arrojado o el porqué se arroja. Los resultados siempre son los mismos. Un experimentador italiano obtiene los mismos resultados que un experimentador ruso que repita el experimento cien años después.
Los resultados son idénticos, sean realizados por un escéptico, un creyente o un espectador indiferente.



Hechos como ése convencieron a los filósofos de que el universo físico continúa siempre su camino, haciendo lo que tiene que hacer, sin tomar en cuenta en absoluto a sus habitantes. Por ejemplo, si simultáneamente arrojamos a dos personas desde la misma altura es un hecho verificable (repetible) que ambos chocarán contra el suelo al mismo tiempo, no importa cuál sea su peso. Podemos medir la caída, la aceleración y el impacto de manera exactamente igual que lo haríamos si se tratara de dos piedras.
Y,en realidad, los resultados serán los mismos que si de piedras se tratara.
—Pero existe una diferencia entre hombres y piedras —podría objetarse —. Las piedras no tienen opiniones ni emociones. Las gentes sí. Una de esas dos personas arrojadas, por ejemplo, pudo estar asustada por la experiencia y la otra, quizás, sólo furiosa. ¿Es que sus sentimientos no tienen ningún lugar en ese esquema?
No. Los sentimientos de nuestros sujetos no importan en absoluto. Si los
volviéramos a hacer subir a la torre de nuevo (ahora seguramente tratarían de
defenderse o lucharían por no subir) y los volviésemos a arrojar otra vez, caerían con la misma aceleración que antes y su caída duraría exactamente el mismo tiempo, pese a que ahora ambos estarían luchando como locos por escapar. La Gran Máquina es impersonal. En realidad fue precisamente esta impersonalidad la que inspiró a los científicos para buscar la «objetividad absoluta».
El concepto de objetividad científica descansa en la presunción de un mundo
externo que está «allá fuera», en oposición al «Yo» que está «aquí dentro». Esa forma de percepción que pone a los demás «allá fuera», hace que se sienta muy solitario quien se situó «aquí dentro». Según este punto de vista, la Naturaleza, con toda su diversidad, está «allá fuera». La tarea del científico consiste en observar ese «allá fuera» del modo más objetivo posible. Observar algo de manera objetiva significa verlo como aparecería ante un observador que no tuviera prejuicio alguno hacia lo que está observando.



El problema que pasó desapercibido durante tres siglos es que la persona que da muestras de una actitud como ésa, ciertamente, tiene prejuicios. Su prejuicio es su sentimiento de que está obligado a ser objetivo, es decir, a no tener una opinión preformada. En realidad resulta imposible carecer de opinión. Opinar que se carece de opinión es también una opinión. La decisión de estudiar un segmento de la realidad en vez de otro, es una decisión subjetiva del investigador que la toma. Afecta a su percepción de realidad, aunque sólo sea a eso. Y dado que lo que aquí estamos estudiando es precisamente la realidad, el problema se complica.

La nueva física, la mecánica cuántica, nos dice que no es posible observar la
realidad sin cambiarla. Si observamos un experimento relacionado con la colisión de una determinada partícula, no sólo no podemos probar que el experimento nos daría el mismo resultado si no lo estuviéramos observando, sino que, a la inversa, todo lo que sabemos parece indicar lo contrario: el resultado no sería el mismo puesto que el resultado obtenido está afectado por el hecho de que lo estamos observando.
Algunos experimentos prueban que la luz es un fenómeno ondulatorio; otros experimentos prueban, igualmente, que la luz es un fenómeno de emisión de partículas. Si queremos demostrar que la luz es un fenómeno ondulatorio o por el contrario de emisión de partículas, lo único que tenemos que hacer es elegir el experimento adecuado al resultado que pretendemos obtener.

De acuerdo con la mecánica cuántica, la objetividad no existe. No nos podemos eliminar del conjunto del cuadro general. Somos parte de la naturaleza y cuando estudiamos la naturaleza, no puede eludirse el hecho de que es la naturaleza la que se está estudiando a sí misma.

La física se convierte, así, en una rama de la sicología. O quizá a la inversa: la sicología se convierte en una parte de la física.
Como ha dicho Carl Jung, el sicólogo suizo:
«La normativa sicológica dice que cuando una situación interna no se hace
consciente ocurre en el interior de nosotros como un hecho real.
Eso viene a significar que cuando lo individual permanece intacto, no dividido, y no adquiere consciencia de su contradicción interna, el mundo tiene que eliminar forzosamente al conflicto que se desgarra en dos mitades opuestas.»
El físico Wolfgang Pauli, ganador del Premio Nobel y amigo de Carl Jung, lo
expresó de este modo: «Desde un centro interno, la psique parece moverse hacia fuera, en el sentido de una extraversión, hacia el mundo físico...»

Si ambos están en lo cierto, entonces la física es el estudio de la estructura de la consciencia.



El descenso desde el nivel de lo macroscópico al nivel microscópico, lo que hemos venido llamando el campo de lo muy pequeño, es un proceso que hay que realizar en dos tiempos. El primer paso hacia abajo nos lleva al nivel atómico. El segundo nos hace descender al nivel subatómico.
El objeto más pequeño que podemos ver, incluso bajo la lente de un microscopio, contiene millones de átomos. Para ver los átomos en una pelota de tenis tendríamos que dar a la pelota el tamaño de la tierra entera. Si la pelota tuviera el tamaño de nuestro globo, sus átomos serían, aproximadamente como uvas.
El segundo paso hacia abajo nos lleva al nivel subatómico, donde nos
encontramos con las partículas que componen los átomos. La diferencia entre el nivel atómico y el nivel subatómico es mayor que la diferencia entre el nivel atómico y el nivel de las pelotas de tenis y las raquetas. Sería imposible ver el núcleo de un átomo del tamaño de una uva. Sería imposible, en realidad, ver el núcleo de un átomo del tamaño de una habitación. Para poder ver el núcleo de un átomo, éste tendría que ser del tamaño de un edificio de catorce pisos. El núcleo de un átomo que tuviera la altura de una casa de catorce pisos, tendría el tamaño de un grano de sal. Puesto que una partícula nuclear tiene dos mil veces la masa de un electrón, el electrón que girara en torno a su núcleo sería como una partícula de polvo.
Pero, una partícula subatómica no es una «partícula» semejante a una partícula de polvo. Es algo más que una diferencia de tamaño lo que establece la diferencia entre una partícula de polvo y una partícula subatómica.
Una partícula de polvo es una cosa, un objeto.
Una partícula subatómica no puede ser representada como una cosa.
Por consiguiente, hemos de abandonar la idea de considerar a las partículas subatómicas como objetos.

La mecánica cuántica ve a las partículas subatómicas como «una tendencia a existir» o «una tendencia a ocurrir». La fuerza de esas tendencias es expresada en término de probabilidades. Una partícula subatómica es un «quanto» (quantum), lo que quiere decir una cantidad de algo. Lo que sea ese algo es materia de especulación.



Muchos físicos piensan que resulta carente de significado incluso el simple
planteamiento de esa cuestión. Podría ser que la búsqueda de la última materia
constitutiva del universo fuese una cruzada en busca de la ilusión. A nivel subatómico la masa y la energía cambian incesantemente entre sí. Los físicos especializados en el estudio de las partículas están ya tan familiarizados con los fenómenos de la masa que se transforma en energía y de la energía que se transforma en masa, que rutinariamente miden la masa de las partículas en unidades de energía.
Dado que la tendencia de los fenómenos subatómicos a ponerse dé manifiesto bajo ciertas condiciones son probabilidades, esto nos lleva al terreno de la estadística.
Puesto que existen millones de millones de partículas subatómicas en el espacio más pequeño que podemos ver, resulta conveniente ocuparse de ellas en el terreno de la estadística. Las descripciones estadísticas son imágenes representativas de la conducta colectiva de las masas. La estadística no puede decirnos cómo se comportará un individuo dentro de una multitud, pero nos puede hacer una descripción bastante exacta, basada en observaciones repetidas, de cómo se comportará un grupo en su conjunto.

Por ejemplo, el estudio estadístico del crecimiento de una población puede
decirnos cuántos niños han nacido cada año y cuántos se calcula que van a nacer en los próximos años. Pero la estadística no puede decirnos cuáles son las familias que van a tener los nuevos niños y cuáles no.
Si queremos conocer cómo se desarrolla el tráfico en un cruce, podemos instalar aparatos que nos suministrarán datos. Los datos estadísticos que nos suministrarán los aparatos pueden decirnos, por ejemplo, cuántos coches giran a la izquierda y cuántos a la derecha, durante determinadas horas, pero no puede decirnos qué coches van a ser los que hagan uno u otro movimiento.

La mecánica cuántica también utiliza la estadística, pero hay una gran diferencia, entre la mecánica cuántica y la física de Newton. En la mecánica cuántica no hay modo de predecir conductas individuales. Ésta es la lección de partida que nos enseñan los experimentos realizados en el terreno de lo subatómico.
La mecánica cuántica se ocupa del comportamiento del grupo. Intencionadamente deja con cierta vaguedad la relación entre el comportamiento de los grupos y los sucesos individuales, porque a nivel subatómico los comportamientos individuales no pueden ser determinados con certeza (el principio de incertidumbre) y, como veremos al estudiar a las partículas de alta energía, están en cambio continuo. La mecánica cuántica abandona las leyes que gobiernan a los comportamientos individuales y
proclama directamente las leyes estadísticas que rigen las sumas de comportamiento.
La mecánica cuántica nos dice cómo va a comportarse un grupo de partículas, pero lo único que puede decirnos sobre el comportamiento individual de una partícula es cómo probablemente va a comportarse. La probabilidad es la característica más importante de la mecánica cuántica.



La extraordinaria importancia de la Interpretación de Copenhague radica en el
hecho de que por primera vez un grupo de científicos, que intentaba formular una física consistente, fueron forzados por sus propios descubrimientos a reconocer que un completo conocimiento de la realidad era algo que estaba por encima de la capacidad de todo pensamiento racional. Esto era algo que Einstein no podía aceptar. «Lo más incomprensible sobre el mundo es que es comprensible»,11 escribió.
Pero la hazaña estaba realizada. La nueva física no se basó en el conocimiento de la «verdad absoluta», sino en nosotros mismos.



Henry Pierce Stapp, un físico del Laboratorio Lawrence Berkeley, lo expresó
elocuentemente: (La Interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica) «fue esencialmente un rechazo de la presunción de que la naturaleza podía ser comprendida en términos de las realidades elementales espacio-tiempo. De acuerdo con las nuevas ideas, la descripción completa de la naturaleza a nivel atómico está dada por funciones de probabilidad que se referían no a realidades microscópicas subyacentes de espacio - tiempo sino, más bien, a los objetos macroscópicos de la experiencia sensorial. La estructura teórica no se extiende hacia abajo ni se afianza en las realidades fundamentales microscópicas de espacio-tiempo. En vez de ello retrocede y se afianza en las realidades concretas que forman la base de la vida social...
Esta descripción pragmática debe ser contrastada con descripciones que intenten «mirar entre bastidores» y que nos digan lo que está «aconteciendo realmente».
Otra forma de entender la Interpretación de Copenhague (de modo retrospectivo) es en términos del análisis de la división cerebral. El cerebro humano está dividido en dos mitades, conectadas en el centro de la cavidad cerebral, por medio de un tejido.
Para tratar ciertas enfermedades, por ejemplo la epilepsia, en ocasiones las dos mitades del cerebro son separadas quirúrgicamente. De las experiencias conseguidas y las observaciones hechas con personas que han sido sometidas a esa operación quirúrgica, hemos descubierto un hecho notable: hablando en términos generales la parte izquierda de nuestro cerebro funciona de manera distinta a la derecha. Cada una de las dos mitades ve al mundo de un modo distinto.
La parte izquierda de nuestro cerebro percibe al mundo de forma lineal. Tiende a organizar la información que reciben los sentidos en la forma como los puntos
componen una línea, es decir que unos puntos preceden a otros. Por ejemplo el lenguaje, que es lineal (las palabras que se están leyendo se deslizan a lo largo de una línea que va de izquierda a derecha), es una de las funciones del hemisferio cerebral izquierdo. Este hemisferio funciona de manera lógica y racional; la parte izquierda del cerebro es la que crea el concepto de causalidad, la imagen de que una cosa causa otra porque siempre la precede. El hemisferio derecho del cerebro, por el contrario, recibe modelos completos, patrones establecidos.
Las personas que han sido sometidas a la separación quirúrgica de las dos
mitades cerebrales tienen, realmente, dos cerebros. Cuando cada uno de esos dos cerebros es examinado separadamente, se descubre que el cerebro izquierdo recuerda cómo se habla y se utilizan las palabras mientras que, por lo general, el derecho no puede hacerlo. ¡Sin embargo el cerebro derecho recuerda la letra completa de una canción! La parte izquierda de nuestro cerebro tiende a dudar de ciertas impresiones de su información sensorial. La parte derecha de nuestro cerebro tiende a aceptar de manera más libre todo lo que se le ofrece. Simplificando: el hemisferio cerebral izquierdo es «racional»; el hemisferio derecho «irracional».
Fisiológicamente, la parte izquierda del cerebro controla la parte derecha del
cuerpo y el hemisferio derecho la parte izquierda. Teniendo esto en cuenta, no puede considerarse una coincidencia que la literatura y la mitología asocien la mano derecha (el hemisferio cerebral izquierdo) con las características de racionalidad, masculinidad y energía; y la mano izquierda (el hemisferio derecho) con las características místicas, femeninas y receptivas.

Los chinos ya escribieron sobre ese mismo fenómeno hace miles de años (yin y yang), aun cuando no llegaron a ese conocimiento gracias a la cirugía cerebral.
Nuestra sociedad entera representa la postura del hemisferio izquierdo (es
racional, masculina y emisora de energía) No ofrece mucho apoyo a las características representativas del hemisferio cerebral derecho (intuición, feminidad y receptividad). La llegada de la «ciencia» marcó el comienzo del ascenso del pensamiento acorde con las tendencias del hemisferio izquierdo, imponiendo la moda de la «cognitio» occidental, y el descenso del pensamiento del hemisferio derecho hacia lo subterráneo (la psique interna) de donde no emergería (con la «re-cognitio» científica) hasta que Freud descubrió el «inconsciente», lo que, como era lógico, lo etiquetó de oscuro, misterioso e irracional (porque es así como el hemisferio izquierdo ve al derecho).

La Interpretación de Copenhague fue, en efecto, un reconocimiento de las
limitaciones del pensamiento del hemisferio cerebral izquierdo, aunque los físicos reunidos en Bruselas no debieron pensar en esos términos. Fue también un reconocimiento de aquellos aspectos psíquicos que llevaban mucho tiempo siendo ignorados por una sociedad racionalista. Al fin y al cabo, los físicos son gente que siente curiosidad por el universo. Sentir curiosidad y angustia es entender de modo muy concreto, incluso cuando esa comprensión no pueda ser descrita. La experiencia subjetiva de la curiosidad es un mensaje a la mente racional que expresa que el objeto examinado está siendo percibido y comprendido de modos distintos a lo racional.

La próxima vez que algo nos impresione, que nos cause ansiedad, dejemos que la sensación discurra libremente por nuestro interior sin tratar de comprenderla. Nos daremos cuenta que la comprendemos pero de un modo que no estaremos en condiciones de traducir en palabras. Estaremos percibiendo intuitivamente por medio del hemisferio derecho. No se ha atrofiado por falta de uso, pero nuestra capacidad, nuestra habilidad para captar su mensaje ha sido debilitada por tres siglos de negligencia.
Los Maestros de Wu Li perciben en ambos, de manera racional y de manera irracional, la afirmativa y la receptiva, la masculina y la femenina. No descuidan ni la una, ni la otra.

“No hacen sino bailar”.

“La experiencia después de haberlo sabido”.

“Supe primero su nombre y después tuve una relación”.



Imagina un universo donde el tiempo se moviera hacia adelante y hacia atrás...

Imagina que pudieras estar en dos sitios al mismo tiempo...

Imagina un universo donde el simple hecho de observar ... transformara profundamente lo que observas...

Imagina un universo donde tu pudieras crear la realidad que experimentas...

Ahora imagina que estas en ese universo tan extraño....

porque la verdad………….es que lo estás.

Solo te falta tener conciencia de ti y del mundo donde existes........solo te han enseñado que existe el aquí y el allá, el adentro y el afuera, el arriba y el abajo, lo grande y lo pequeño, lo triste y lo alegre, pero todo eso es relativo al mundo de referencia………......moldes, prejuicios, condicionamientos, ignorancia o simplemente ir a medio camino entre……………lo que yo te cuento y lo que tu sabías, lo falso y lo verdadero, lo que está al alcance de tu mano y lo que está un poco más allá………….……..



rafael.torres3

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